martes, agosto 29, 2006

Magnetismo publicitario

Hace años BMW nos sorprendió con una mirada detrás de una ventanilla o con una mano voladora ("¿Te gusta conducir?"), dando profundidad a unos anuncios hechos de metal y caucho. Nacía el estilo "publicidad de automóvil": frases trascendentes, música de cuarteto e imágenes cuidadas, elementos arraigados hasta tal punto que, ante cualquier corte televisivo de larga duración con sentencias enrevesadas o elaboradas, proponíamos siempre la misma solución: "Este anuncio es, fijísimo, de BMW o, por lo menos, de coches".
Pronto se unieron otras marcas a la moda instaurada. Mercedes se colgó de violín y violoncello y nos engatusó con sus mensajes y su síndrome de Stendhal. Era sencillo, ambas empresas no vendían un coche, un motor, un airbag; traficaban un modo de vida, un privilegio, no se supeditaban a la velocidad o a la seguridad. Era, simplemente, poesía.
El problema surge cuando la fórmula es empleada por agentes extraños. Actualmente, en Kia pretenden elevar lo prosaico de sus vehículos, olvidándose de cuál es la base de los versos de sus competidores. Su última publicidad, la de la gama Sorento, roza la mentira, la hipocresía o, al menos, la incomodidad, porque está fuera de lugar.
Aparecen los mismos ingredientes pero todo cambia. La música baila desacompasada, las frases se vuelven superficiales y se convierten en tópicos pesadamente magnéticos ("el camino está en el interior de cada uno"). Al final, se ofrece un poema que no existe en realidad, te cargas del vacío que te lanzan porque la apuesta está equivocada. Un Kia no es un BMW o un Mercedes, su voz es distinta.


Por eso, quizá, por ser tan sinceros y certeros, los anuncios de los Logan se ganan tanto respeto: combaten con su propia verdad, no pretenden ser lo que no son. A veces, esta receta, se gana incluso con humor, y todo se vuelve de un valor incuestionable: ser uno mismo.