miércoles, julio 30, 2008

Pasado en la sangre

Ahora que con la detención de Karadzic se despierta de nuevo la que ha sido la más cruel de las guerras desde la SGM, me vienen a la cabeza todos los recuerdos borrosos que albergo acerca de ella. Borrosos, no sólo por el tiempo transcurrido desde entonces, sino por el prisma a través del cual yo contemplé el horror de la masacre.

Era un niño que apenas podía comprender el porqué aquellos hombres de acento afilado combatían entre sí. Pero a falta de comprensión, sí acumulé sensaciones -algunas de ellas realmente punzantes- que no se han despegado de mí en todo estos años. Sbrenica, las banderas ondeando sobre Milosevic, los tanques, los francotiradores, los Cascos Azules -los impotentes o inoperantes Cascos Azules-, los huérfanos, las calles destruidas y rojas...

Y no sé contarlo todavía, he tenido la suerte de vivir donde he vivido, alejado del terror. Aunque no puedo dejar de espeluznarme cuando leo a Zlata Filipovic, la Ana Frank de Sarajevo, que a sus once años cubrió con su fatal lirismo el relato de la guerra:

"¿Va a terminar la guerra el primer día de otoño? Prosigue la vida en círculo cerrado. Te preguntas a qué se parece ese tipo de vida. Es una vida que transcurre a la espera y en el miedo, una vida que pasa esperando que el círculo se abra definitivamente, que el sol de la paz brille de nuevo. Todo lo que sé es que esto ha costado en Sarajevo ya quince mil víctimas, entre ellas tres mil niños. Ya no hay pájaros, también sé que ya no hay sitio en los cementerios ni en los parques para enterrar más víctimas. Quizá sea ésa la razón para que esta locura termine.

Hoy una bomba cayó en el parque frente a casa, en el parque donde yo me siento y juego con mis amigas; mucha gente fue herida y Nina está muerta; una esquirla entró en su cerebro y ella murió. Era tan dulce, tan chiquita y tan linda; nosotras fuimos juntas al kindergarten y juntas jugábamos en la pieza. ¿Es posible que no vuelva a ver nunca más a Nina? Nina, una inocente víctima de esta estúpida guerra. Estoy triste, grito y me pregunto: ¿por qué? Ella no hizo nada.

Esta es mi vida, la vida de una escolar inocente de 11 años, una escolar sin escuela, una chica sin juegos, sin amigos, sin sol, sin pájaros, sin naturaleza, sin chocolates, sólo con un poco de leche en polvo; en resumen, una niña sin niñez".




Esto no tuvo que haber pasado, ni tiene que pasar. Nunca.

viernes, julio 25, 2008

25 de Xullo

Canto máis lonxe estás, máis forte podo sentir que existes.


martes, julio 08, 2008

Yo estuve allí

Tener el don de la oportunidad es algo acerca de lo que conviene preguntarse de vez en cuando. A veces, por muy razonables que nos pongamos, por muy científico que sea nuestro acento, hay cosas inexplicables, meigas, que suceden para bien o para mal.

Este domingo, vapuleado de nuevo por otro fracaso en la búsqueda de empleo, me vi -al menos yo creo que inintencionadamente- en Wimbledon. Es decir, estaba allí casi apenas recordando que se jugaba la final(ísima) entre Federer y Nadal. ¿Por qué no darse una vuelta luego de malgastar tu dinero en el transporte, otra vez?

Evidentemente, un parado como yo no puede permitirse el lujo de acceder a Centre Court. Eso sí, estos ingleses, que muy de vez en cuando piensan y, al tiempo, son generosos, colocaron pantallas a través de las cuales los humildes hombres de a pie -entre los que no puedo dejar de incluirme- pudimos disfrutar del partido.


La sensación fue aplastante. No sólo por el juego en sí, épico, interminable, angustioso, inolvidable; no sólo porque Nadal ganase al mejor ahora y siempre; no sólo porque "estabas" dentro de la pista escuchando los gritos de "Ua-fa, Ua-fa!". El sentimiento de la Historia, sobre ti, era lo más escalofriante.

Contar, lo que sólo las palabras van a ser capaces de hacer, años después, esta pequeña historia dentro de una mucho más grande, es, sencillamente, un regalo. Londres, por momentos, te da lo que tantas otras veces te quita.

Gracias.


Postpost: Pero no empecemos de nuevo con la irrisoria ilusión del eterno perdedor.