miércoles, julio 12, 2006

Nalgas y masturbación

La naturaleza se tomó seria venganza por mis insultos a las gallinas y a las hormigas voladoras: tres avispas en orgía se ensañaron conmigo y me picaron a la vez. ¿Cuál es el sentido de un ser que ataca para morir? ¿Somos nosotros también, en el fondo, avispas?
Descubres, al menos, que no eres alérgico a su picadura -por algo se empieza-. Pero el día, el monótono día se trunca cuando acudes a urgencias y en esa habitación de intenso olor a blanco y lejía, la enfermera azul te saluda extrañamente:
"A ver ese culo...".
¿Qué pretendes, diplomada? ¿Ni un "hola" o "buenas"? Las primeras palabras que me diriges son "a ver ese culo..." -que no me entere yo de que pasa hambre-. Pero la curva sexual se vuelve cada vez más álgida. La ola de calor, los turnos de tarde, un matrimonio sin objetivos empiezan a turbar la normalidad de la consulta.
Enseño mis nalgas de luna llena y para facilitar la perforación, elevo la cadera, mas:
-¿Qué haces? No te muevas.
-Lo siento, sólo pretendía enaltecerlo.
-¿Ah, sí? Ponerlo durito, ¿no?
¿"Ponerlo durito"? ¿De qué demonios me estás hablando? Travestido perverso, ¿quieres un pedazo? Me alejo ágil y rápido como una hormiguita, seguido por la mirada sucia de la enfermera clavada en la nuca o, más bien, en el culo ya naranja por el bañador.


Y ahora lanzo la pregunta a mis lectores: ¿qué opináis de mi culo? Últimamente estoy perdido en el sentido de mi cuerpo: paseo por delante de los colmillos de una auxiliar y, lo que es peor, en la estación de autobuses de Vigo, un casisexagenario se masturba en los baños -y no, no en la intimidad de un aseo de cuartucho, sino en los retretes verticales- y toma como motivo central, entre otros, mi entrepierna.
Imaginaos un viejo de mirada inquieta que está frente al retrete. Lleva bastante rato "sacudiéndose la últimas gotas". Tú, inocente, te aproximas para orinar siendo la presa de sus miradas: primero a los ojos y después a tu intimidad. Te percatas de que es demasiado el tiempo que su muñeca lleva eliminando restos de orina y ya no puedes seguir, la próstata se te congela.
Te lavas las manos y él sigue allí, impasible o pasible, tomando a otros modelos inocentes como un enfermo voyeur. Te lavas los dientes y todavía no ha acabado pero, al fin, remata la faena, abre la cisterna, luego el grifo, luego el jabón, luego la puerta y se va. Un "que aproveche" mío lo persigue por la rendija.


Hace unos días un amigo mío me decía que sería maravilloso que una chica se masturbase pensando en ti. Quizá, pero cuando has pasado por el tamiz de un viejo verde, tu universo sexual se derrumba. Odio mi vida.
Postpost: Seguro que le suena, amigo Freak Avenger, la chica de la foto. Qué momentos de pura belleza.
Postpostpost: Como siga así, este blog acabará pareciéndose cada día más a este otro: "He de decir que no recuerdo haberme llevado a la boca un rosado tan delicioso desde aquel cunnilingus a aquella menor en Praga". Qué ovarios como puños o "lo que te puedes encontrar, cerdete, en Internete".