viernes, junio 30, 2006

El perro que persigue su rabo

Pocos pueden esperar algo del deporte cuando el negocio se lo traga. No sólo el fútbol es un mecanismo, la luz legal saca a relucir la podredumbre moral sobre la que se construía el mundo del ciclismo.

A un día para que comience la ronda por etapas más importante, el Tour de Francia, las cabezas de los grandes favoritos a la victoria van cayendo una a una: Jan Ullrich, Iván Basso, Paco Mancebo y quién sabe cuántos más, porque cada hora que pasa una figura nueva se salpica con el escándalo. La "Operación Puerto" está purgando el pelotón y poco se puede hacer para lavar la cara de una carrera y un espíritu que se vuelve más y más vergonzoso.

Todo, a través de unos papeles desdoblados. El espectáculo ha sustituido a la deportividad, cada vez más pesa lo económico sobre lo específico, la vorágine se come a los deportistas. En fútbol, en atletismo, en ciclismo se necesitan más máquinas que seres humanos: se trata de correr más, de saltar más alto, de sufrir por encima de todo, para alimentar una audiencia que exige sin reparos.

Pero no es el público el culpable final. Lamemos los contratos publicitarios multimillonarios, los acuerdos televisivos, la transnacionalización. Los presidentes de clubes o de asociaciones son los usureros avaros que lo controlan todo con sus sueños megalómanos, pasando por encima de la salud de sus empleados, de los tornillos del engranaje. Construyen sus galaxias como pequeños dioses olvidando la esencia de su mandato: al final, las monedas corren más que la pelota o la rueda.


Y se lavan las manos, los Pilatos, como el UCI Protour, que corta las flores marchitas que el mismo plantó. Porque desde hace unos años se regodea de los beneficios económicos a costa de los ciclistas. Exprimir como lema, atrayendo a la gente no ya hacia un espectáculo sino hacia una masacre. Darle a los telespectadores el sufrimiento, la mueca torcida, la bicicleta serpenteando, para llenarse las arcas.

Ya no sirven las etapas de 180 kilómetros, hay que crear retos imposibles: más de 200 kilómetros, puertos especiales, límites de tiempo más exigentes en intervalos más cortos. ¿La gente ve héroes? El público cree ver héroes que se sobreponen al esfuerzo, pero lo que contempla, en realidad, son cuerpos deshechos, medicados, nombres que salen a la luz: el dopaje por todas partes. Sucios ciclistas sin conciencia.

Pero miro hacia dentro y me siento culpable, busco la diversión y me pierdo. Cuanto menos deporte sea el deporte, más circo y muerte habrá, y nosotros seremos los principales responsables. Hemos prendido la mecha del negocio.

Postpost: Esto, o esto, será el final de nuestro camino.