miércoles, junio 28, 2006

No nos acostumbremos: Parte II

¿Cómo he podido ser tan ciego? Qué inocente, ingenuo, inmaduro, soso, sin instinto, mojigato, sumiso, virginal. Sólo así se pueden bajar los párpados a semejante verdad.
La noche pasada ese programa de monta tanto, tanto monta que es "Siete días, siete noches" me desveló -en cualquier sentido posible- un acontecimiento crucial:
En Cape D'Agde, una villa naturista de la Costa Azul francesa, la coyuntura de ir obligatoriamente desnudo se ha convertido en el preludio de continuas orgías. Sexo oral en la playa, sexo anal en las discotecas, tríos, cuartetos, quintetos de cuerda y pubis. Felaciones en vivo y en directo, en la sombrilla de al lado, captadas por las cámaras a plena luz solar. La más rigurosa película pornográfica de lo real, gratis, tan sólo abriendo los ojos.
Y ahora me pregunto: ¿Dónde demonios me metí yo cuando estuve allí, que ni a oler semejantes bacanales llegué? Qué falta de alma sexual, como una vestal me paseé in punibus sin saber que la gente se devoraba a mordiscos a tres metros de mí. Tanta experiencia nudista acumulada para descubrir tu propia ceguera.
Tendré que contentarme con amar, como lo he hecho hasta ahora, a la cuidadora de niños -quién hubiese tenido cinco años para que le curases las heridas- de la primera villa naturista o villa porno en la gasté mis vacaciones.


Puedo adivinar la curva de tus labios ("¿Cuáles?": El que os hagáis esa pregunta es revelador de vuestro estado mental o del concepto que creé en vuestro ánimo acerca de mí) , inolvidables.