martes, marzo 04, 2008

Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio

Ingenuo. Me miro al espejo y puedo decir, alto y claro, que soy un ingenuo. Porque de ingenuos es creer que, dado que en el anterior debate se habían quedado muchas cosas en el tintero –en especial los mensajes de futuro-, en esta ocasión se hablaría de ello. Parece que no acabamos de comprender cómo se forman las opiniones, cómo nos manipulan y nosotros, borregos domesticados, aceptamos las reglas del juego. Y yo el primero de todos.

Voy a ser estúpido y voy a obviar todo lo que he visto o, más bien, no he visto: voy a hacerle caso a Pepiño Blanco y voy a votar al futuro porque, ¿alguien sabe cuántas propuestas ha hecho Zapatero en este segundo debate? ¿0? ¿1? ¿5? ¿10? No, qué va: 90. Eso es lo que él dijo, a saber qué estaba haciendo yo para no percatarme. Y, además de un servidor, sólo Dios sabe qué estaba haciendo también Miguel Sebastián, asesor del presidente, que en la tertulia de Cuatro contabilizó 36 propuestas. Seguro que en el fondo fueron 231 pero, claro, hay que ser modestos.

Voy a ser incoherente y seguir a Rajoy y su estupenda estrategia. Hace una semana, cuando Zapatero criticaba la gestión del gobierno de Aznar con el “ustedes esto, ustedes lo otro”, el escudo era un “no era mi gobierno”. Eso sí, esta vez, cuando se elogiaban los aciertos de la anterior legislatura, no se tenía reparos en anteponer un “nosotros”. Inteligente desde la raíz. Si es que lo bueno es bueno y lo malo, malo.

Voy a mirar hacia delante mirando hacia atrás. Hace cuatro años, lo sucedido con el atentado del 11-M marcó, en gran medida, el desarrollo de unas elecciones y, muy probablemente, su resultado final. Hoy, más de mil días después, parece que el argumento más convincente de un candidato que aspira a renovarse en el poder sigue siendo el mismo, es decir, para derrotar a su adversario no utiliza otro arma que el pasado. Paradójico, si tenemos en cuenta que hemos de apostar por el futuro.


Voy a ser pesado y redundante. A Rajoy se le abría la posibilidad de ganar adeptos si realmente (con)vencía en estos dos debates. Tenía la oportunidad de mostrar su proyecto de gobierno, cómo iba a solucionar los problemas de España. Pero no, ha preferido repetir, hasta la saciedad y como una pescadera, a cuánto estaban el pan, el pollo, los huevos o la leche, sin decir en ningún momento qué haría para rebajar los precios. Esto es lo que yo, rotundamente, grito: para decir que el precio de los huevos está alto no monto un partido ni me presento a las elecciones; simplemente, voy al supermercado y abro los ojos –sin ese odioso tic que tiene Rajoy en el ojo izquierdo, que parece Millán en el sketch de la empanadilla de Encarna-.

En fin, que he perdido otras dos nuevas horas de mi vida. Por tonto, evidentemente. Mi abuela, que por eso tiene ya 87 años, se acostó a las diez. No sabe del pastel ni la mitad y nosotros, la masa de votantes que hacemos tan buen uso de la democracia, tampoco, pero al menos ella no tiene reparos en admitirlo. Es congruente y, ¿sabéis qué? No vota.

Postpost: No he sido del todo justo. Este debate no ha sido una mierda al 100%. En la tertulia de Cuatro se hablaba de los charcos en los que se habían metido los políticos. Pues bien, el charco más grande fue en el que se metió Rajoy: no os perdáis la babada que se le escapa a Zapatero. Al de Pontevedra, que habla tan rápido y quiere decir tantas cosas que casi se ahoga, también se le asomó una bolita blanca a los labios. Providencial, Olga Viza le cortó el turno y pudo tragársela. Menudo tsunami habría salido de allí.

Postpostpost: Y otra vez con la niña, ¿de verdad es un orgullo defender los errores?