lunes, octubre 30, 2006

El genio rebelde y solitario

Uno de los episodios más misteriosos de la vida de Beethoven tiene que ver con su poderosa necesidad de amar. Aunque solitario, grosero, rebelde y antisocial, el compositor ha entregado su corazón a un sinfín de amores imposibles: casadas, nobles y jovencitas que lo consideraban un "ser horrible, feo y maleducado".
Entre todas ellas, no obstante, ha habido una que ha brillado por encima del resto. Se trata de la Amada Inmortal, como él la llamaba, que concentró sus más ardientes esperanzas de querer y motivó la redacción de la única carta de amor que escribió en su vida -su legado no musical más importante, junto al "Testamento de Heiligenstadt", donde se despedía de la Humanidad convencido de que debía suicidarse-.
Este texto, que algunos investigadores ponen como destinataria a la joven Antonie Brentano -casada, cómo no-, destapa los sentimientos más dulces de su carácter pleno de energía creadora y rebelde:
"Oh, Dios mío, por qué uno tiene que separarse del ser amado. Tu amor me convierte en el ser más feliz y, al mismo tiempo, en el más desgraciado de los hombres. Serénate, sólo mediante la tranquila consideración de nuestra existencia podremos realizar nuestro propósito de de vivir unidos. Ten calma, ámame, hoy, ayer, qué doloroso anhelo de ti, de ti, mi vida, mi todo. Adiós. Continúa amándome, nunca juzgues mal el más fiel corazón de tu amado. Siempre tuyo, siempre mía, siempre nuestro,
L.".


Pero la condición del músico y la situación de su amada construyeron la lápida de su historia. Caballeroso, Beethoven se alejó de ella y, al fin, de casi todo lo que flotaba más allá de su arte. A partir de entonces, en su pupitre se colocó la siguiente inscripción:
"Él mismo está solo y a esta soledad todas las cosas deben su ser".
Sin duda, pensaba ya en qué poco le quedaba de humano. Su camino estaba, por fin, destinado a su obra y su genio.
Y su inmortalidad.
Fdo. La Dama de la Rosa