viernes, diciembre 29, 2006

Jureles

Un día escribí: "Cuando te haces mayor te apoyas en los tópicos como en los bastones: andas, escupes historias viejas. Son recuerdos hereditarios, amarillentos y arrugados: "Hijo, la vida es un camino. Cuando te cansas de caminar, te paras. No hay secretos".
Tiempo después, un gran amigo y una persona inteligente (tanto, que se codea con Premios Nobel de Física en el CERN -palabra que no puedes pronunciar sin colocarte las gafas al tiempo que aspiras aire como un pequeño cerdo subalimentado-) me enseñó que el ser humano, al hacerse mayor, se convierte en "ministro", esto es, en cualquier anciano que te encuentras en una taberna apartada y que lo sabe todo, incluso lo que desconoce, y para quien la vida no tiene más vueltas. Ni siquiera más eternos retornos.
Pero, ¿qué sucede cuando uno de estos "ministros" es homosexual? En Redondela existe un hombre que responde a estas características: se llama José, aunque todos le llamamos Xirelo. Xirelo se viste de mujer en Carnaval y se contonea como nadie, le gustan las lentejuelas, los perfúmenes caros y el orden. Hubo un tiempo en el que fue lo que anhelaba, es decir, un canario libre sin censuras ni Francos, que viajaba por Brasil o África según se le antojase. Ahora, en cambio, cuida a su madre enferma y apenas sí se le ve en febrero.
A pesar de todo, sigue siendo tan vitalista como de joven. Por eso, hablar con él proporciona una sabiduría especial. Es como si, al conocimiento terruno de los viejos, se le añadiese una pizca de salsa tropical, de modo que la lección se convierte en una broma que te enseña a reírte de tu propia vida.
Por ejemplo, carece totalmente de sentido del rídiculo y se mueve por impulsos intermitentes como olas. Así, sus historias se cruzan salpicadas de metáforas, conformando anécdotas inconfundibles:
Pois si, mira que eu tiven uns jranos na pirola e non sabía como dicirllo ó médico. Total, que entrei e dixen: "Don Ángel, que teño a linterna estropeada". "¿Como?". "Eso, que a linterna non dá luz". E dispois, claro, a operar. E alí colléroncheme de abaixo con Betadine e ris-ras, ris-ras, a barnizala toda, coma o que lle bota caramelo á rosca. E querían correr as cortinas pero eu dixen que no, que quería mirar por aí na operación. Prejuntáronme que que música me poñían e eu dixen que un pasodoble. Cousa fina. O caso e que eu xa intentara quitalos con nitrato de plata, pero non había maneira, chico. E home, ó final vinme todo pintado e cheo de puntos que dixen: "¿E ahora como vou á playa?". Porque a min me justa ir ás nudistas pero con todo aquelo... Pero, ó final, que carallo, fun igual: cos puntos e manchado de Betadine. ¿E non iba ir? ¿E lojo a auga do mar non é tan boa para curar? E claro que curei, o que pasa es que tú ya sabes, mi querido amigo, unha vez curas xa estás pensando en bautizala. Así que fun onde Tanico, o da farmacia e, así que mirei que estaba chea de vellas, berrei: "Oes, Tanico, ¿non terás por aí unhas tripas para o chourizo?". E xa saltan as bruxas: "Ay, Tanico, ¿e lojo vendes chourizos? Pois, xa que me encarjas as pastillas, tráeme uns chouriciños. Son da casa, ¿non?". Bueno, a que se montou, chico...


Ni House, ni Ronaldinho. De mayor quiero ser como Xirelo, mamá.