viernes, junio 23, 2006

Castigos bíblicos

A veces me pregunto quién de los dos tiene razón: Bergson o Darwin.

Redondela es un cadáver abierto o un Egipto evangélico. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Una respuesta galega: ¿Quién lo sabe? Y es que ayer, en el espacio de una hora y media, este pueblo se vio invadido por una plaga de dimensiones bíblicas. Pero un dios en horas bajas, gastado por Nietzsche y por curas pedófilos, no nos trajo langostas exóticas, sino uno de los seres más bajos de la evolución: las hormigas voladoras.
¿Qué son o, más bien, qué pretenden? Gordas, torpes, lentas, crujientes debajo de la suela, son insectos estúpidos. No son ni moscas, ni hormigas, no aúnan fuerza y agilidad, sólo el trazado inútil de las primeras y el suicidio de las segundas, la muerte colectiva.
Aquí salían como sangre, a borbotones, de entre las juntas del pavimento y llenaban el aire con su vuelo etílico, tropezando continuamente: "Cabeza, pelo, amigo, orgía, inmortalidad, religión". Y qué asco, pero era un asco que hermanaba, porque todos los redondelanos en aspavientos, quitándose animalillos de la camiseta, del flequillo, del abismo del escote. Pájaros revoloteando, qué festín, humanos y plumados en una guerra o banquete. Y el calor aplastando, el agua secándose, el río apestando y de colores, la gente sudando, rancias las axilas: Kenya en la frontera con Vigo. Hay días en los que es mejor no salir de casa.
Pero ahí siguen y seguirán, resistentes, quizá más allá del hombre, los odiosos especímenes de la naturaleza. Mi lista negra evolutiva ya tiene dos seres: la hormiga voladora y la gallina (qué clase de animal es, que no puede mirarte de frente, que necesita girar el cuello para precisar, los ojos en Kuala Lumpur y en Washington. Y, además, son tontas, porque lo son: a un perro le dices "pasa para dentro" y él, que está en un peldaño superior, entra; no obstante, las gallinas no entienden: "Pasa", pero no; "Entra", tampoco. "Mírame cuando te hablo", menos. "Que churras, joder, churras, ostia, a ver si entiendes". Sólo cuando desistes, lo hacen. Por eso algunos utilizan la expresión: "Más puta que las gallinas". No os equivoquéis).
En definitiva, y volviendo a la tesis de comienzo, es difícil, a veces, decantarse por Darwin. Porque su base científica es admirable, una teoría bien fundada y con perspectiva, sin embargo, en épocas de Moisés como esta en Redondela o, simplemente, abriendo el portalillo del gallinero para echar de comer a los polluelos y gallos celosos, chulescos, te resulta más atractivo Bergson: para él la Naturaleza, y la evolución, se creaban a sí mismos como una gran obra de arte. Con gallinas, hormigas voladoras, Acebeses y Pepes Blancos, te tienta pensar que se trata únicamente de una mancha de tinta que la espátula retirará del lienzo.


El mundo, en el fondo, es simplemente una esfera desechada en una caja de cartón.