miércoles, junio 21, 2006

De Viena a Hollywood en una nube pestilente

Hay gente que cree que escuchar música de Mozart es una muestra de virtuosismo neurovegetativo y otra que piensa que el compositor padecía el Síndrome de Tourette, lo que explicaría, entre otras cosas, su pasión por culos, pedos y demás hijos de la escatología.
Opiniones tan dispares me rompen los dientes en una conclusión que saco a gritos: Mozart es todo.


Postpost: Aquellos que, desgraciadamente aunque entre risas, hayáis visto "Gigoló", recordaréis una frágil muchachita que no podía evitar soltar tacos -enferma era del síndrome mentado-:
Un semáforo en rojo, dos coches parados en paralelo y Rob Scheneider con la susodicha que larga: "¡Comepollas, chú-chúpamelaaaaa...! ¡Agaagaghahagh... comemierda... gilipollas!".
Se aprende más con el cine malo que con los cinco euros de una revista médica.