jueves, marzo 13, 2008

Suicidio, arte y tontá

Ayer dediqué la tarde a leer cosas de Sylvia Plath, una poetisa estadounidense de mediados de siglo XX cuya acusada sensibilidad, mezclada con una patología psiquiátrica de bipolaridad, fue determinante en su destino final.

Resulta que esta mujer decidió, a los 31 años de vida, acabar consigo misma o, lo que es lo mismo, suicidarse: el 11 de febrero de 1963 se levantó cerca de las 6 de la mañana, preparó el desayuno para sus hijos y, después, metió su cabeza en el horno. Entonces, pensé en qué original aunque ridícula forma de morir.

Desde este punto de partida, parecía realmente interesante el ponerse a buscar suicidios artísticos. Lo cierto es que hay un libro, "Adiós mundo cruel", de Alicia Misrahi, que aborda este tema. En él se pueden encontrar muertes clásicas como el hundirse en un río con piedras en los bolsillos al más puro estilo Virginia Woolf -la cual, por cierto, también padecía un trastorno de bipolaridad- o la cartelista de Alfonsina Storni, que dejó una nota escrita en rojo sobre un papel azul: "Me arrojo al mar". Nadie pensó que no se trataba de un poema.

Pero, sin duda, la palma se la lleva Alberto Greco. A bote pronto, quizá no lo reconozcáis: no es otro que el creador del Vivo Dito, esa extravagante forma de arte que captura lo cotidiano y lo transforma en obra. Por ejemplo, siguiendo un poco la línea de Marcel Duchamp, este artista perseguía a un policía armado con una tiza. Cuando se paraba, lo rodeaba con una circunferencia, le ponía un cartelito y ya está: obra maestra.


Greco, al igual que Plath, no quiso resitir demasiado. También en la treintena optó por el suicidio, eso sí, siguiendo la misma línea creativa que marcó toda su carrera, haciendo de su fallecimiento su última creación: se llenó el estómago de barbitúricos y, cuando sintió que las fuerzas le desertaban, con su propia sangre escribió la palabra "Fin" en la palma de la mano. La provocación definitiva de un provocador.

De todos modos, es difícil concluir esta entrada sin antes hacerse esta pregunta: ¿Suicidio, arte o tontá?