miércoles, mayo 10, 2006

Mentes perversas

Los sueños son peligrosas intimidades.

Hace dos noches, la ensoñación me llevó a un mundo terrible: en una ciudad de orcos, la joven Alana (gran lectora de este blog y más grande amiga todavía), era condenada a muerte por un supuesto asesinato contra un orco oligarca. Para su desgracia, yo era su abogado defensor.
Durante el juicio, largaba infinitas parrafadas acerca de la libertad y los sueños que acababan en la mofa del público, llenándome de rabia y frustración. Por eso, en una visita a la celda de Alana, la liberé y juntos huimos a una montaña apartada.
Allí decidimos (si hubiera visto "V de Vendetta" tendría una clara inspiración, pero no lo he hecho) preparar una revolución que comenzaría por una serie de atentados terroristas: la mecánica era siempre la misma, sonaba por toda la ciudad atacada el "Vals de las amapolas" del "Cascanueces" de Tchaikovsky y, en el momento preciso, el edificio oficial, la víctima, estallaba y se convertía en una lluvia de pétalos. En los teleorquiarios nos llamaban "Los Asesinos de la Rosa".
En el ajetreo terrorista, Alana y un servidor tuvimos tiempo para la procreación romántica y trajimos al mundo un niño de intensos ojos azules. Al no poseer una abuela con quien dejarlo, lo llevábamos con nosotros a los atentados. Craso error.
Los orcos habían cercado nuestra pista y, en una operación perfecta, lograron arrebatárnoslo. Su idea era la de sacrificarlo públicamente: atado a una mesa, se lanzarían sobre él y le arrancarían el corazón a mordiscos.
Para evitar la vorágine, nos entregamos a cambio de que lo dejasen en libertad. Los tiranos accedieron pero era una trampa, ya que ambos fuimos capturados y preparados para el sacrificio inminente.
En una plaza gigante, dispuestos sobre tres mesas, fuimos el plato de cientos de orcos que se subieron a nuestros cuerpos para masticarnos y robarnos el corazón. Una vez extraído, lo tiraban al suelo y volaban sobre él como perros hambrientos.
La última imagen del sueño es una panorámica desde el espacio. Se contempla nuestro planeta que, por unos segundos, se transforma en un gran capullo de rosa. Acto seguido, explotaba, como lo hacen los mundos en Son Goku: la destrucción en una línea de luz.


Por más vueltas que le doy, no logro encontrar su significado. Ni siquiera los diccionarios pueden aliviarme, tan sólo una prisión psiquiátrica podría atrapar toda esta energía enferma.
Postpost: Hablando de sueños, la IHF (International Handball Federation) ha accedido a mis peticiones y me ha entregado el documento de transfer con el que integrarme en la selección groenlandesa de balonmano.
Empiezo por el final, lo sé, ya que primero necesito la nacionalización, pero cuanto más caótico es el camino, más orgulloso es el objetivo.


Una imagen con todo el poder de un sueño.