jueves, mayo 04, 2006

Con todo el desesperado deseo de ser pedante y dogmática

Yo buscaba los ojos de Carlota: ¡ay! iban de uno en otro, pero no se posaban en mí, en mí, que estaba delante totalmente entregado a ella. Mi corazón le dijo mil adioses. ¡Y ella no me vio! El coche siguió adelante, y los ojos me quedaron llenos de lágrimas. La seguí con la mirada y vi inclinarse contra la portezuela el sombrero de Carlota, y ella se volvió a mirar, ¡ay! ¿a mí? Querido mío, floto en esta incertidumbre, es mi consuelo: quizá volvió la mirada para verme, ¡quizá! ¡Buenas noches! ¡Ah, qué niño soy!
[...]
¡Ay de vosotros, las gentes razonables! ¡Pasión! ¡Embriaguez! ¡Locura! Ahí estáis tan tranquilos, sin comprenderlo, los hombres morales. Censuráis al bebedor, os alejáis del insensato y pasáis adelante, como aquel sacerdote; dando gracias a Dios, como el fariseo, de que no os haya hecho iguales a uno de aquéllos. Yo he estado borracho más de una vez; mis pasiones nunca han estado lejos de la locura, y no me arrepiento de ninguna de las dos cosas: pues he podido comprender, dentro de mi medida, cómo todos los hombres extraordinarios que han hecho algo grande, algo que parecía imposible, tenían que ser tachados siempre de borrachos o locos. Pero también en la vida corriente es insoportable oír a todos, en cuanto empieza a hacerse algo libre, noble, inesperado: ese hombre está borracho, es un loco. ¡Avergonzaos, los cuerdos; avergonzaos, los sabios!
Johann Wolfgang Goethe, fragmentos de "Los sufrimientos del joven Werther"
Si la locura transforma la realidad, ¿no podríamos amar todas las cosas y, con ello, cambiar el mundo entero? O, al menos, odiarlo con fuerza, pero nunca dejarlo pasar...
Siento que si no he amado u odiado intensamente he estado muerta. Quizá, todo el tiempo que mi mente ha rodeado las cosas he perdido la oportunidad de trascenderlas con la vida. Entonces, los estúpidos segundos acumulados me confirman que he muerto demasiadas veces.
¡Que la pasión me sobreviva!
Fdo. La Dama de la Rosa, flor infatigable