martes, marzo 25, 2008

La Gran Morralla china

Yo -palabra con la que nunca me gusta empezar a hablar aunque, a veces, es necesario- me considero partidario de la coherencia. ¿Y qué es la coherencia? A mi juicio, para ser coherente, necesitas tres ingredientes fundamentales: memoria, honestidad y sentido común. Memoria para saber quién has sido y quién eres, honestidad porque la mentira es menos congruente y sentido común, la llave maestra.

A pocos días de la inauguración de los JJ.OO. de Pekín, lo que se ha encendido en Grecia no es la antorcha olímpica, sino la mecha de la verdad y, más dentro, de la incoherencia. Pero vayamos paso a paso para esclarecer las cosas.

En primer lugar, ahora parece que al COI se le activaron las alarmas con respecto a su decisión de celebrar las olimpiadas en China. Resulta vergonzoso que haga falta un salta obstáculos que esquive el control policial y exhiba una pancarta en favor de los insurgentes tibetanos para que un organismo internacional abra, por fin, los ojos y se dé cuenta de las consecuencias de sus actos.

Porque, ciertamente, era difícil ver lo que China estaba haciendo antes. Era difícil ver que es un país en el que todavía persiste la pena de muerte, era difícil ver que es un país en el que los derechos fundamentales se pasean guillotinados, era difícil ver que el imperialismo chino está por encima de las libertades de sus vecinos o hijos. Sólo ahora, con 100 muertos en la mano y unos Juegos a la vuelta de la esquina, sufrimos la vergüenza de mancharnos de sangre.


Lo peor de todo es que la muerte y la censura no son los únicos enemigos para batir. ¿Qué hay de la contaminación? Por el momento, ya se ha cargado a uno de los mejores atletas de la historia del deporte y, con ello, ha dejado huérfano al maratón. Y, probablemente, no será el único en salirse de la lista: tiempo al tiempo.

Demasiado tarde llegamos para arrepentirnos, con el COI como principal penitente. No sería extraño que pululasen los pequeños boicots, como gotas de lluvia, y que, al final, viviésemos un nuevo Moscú 80 en el siglo de las libertades.
Infame -o incluso en rima puede contarse-:

En su afán de apostar por Oriente, el COI ha pecado de incohorente.