sábado, marzo 25, 2006

El futuro de la guerra de sexos

Si hay algo que odio en esta vida, además de la merluza, madrugar y, aún por encima, tener que ducharme con agua fría, o que me interrumpan cuando estoy escuchando música (por ejemplo, al final del último movimiento de la Novena de Beethoven, cuando toda la energía está ahí y en ti mismo y quieres lanzarla en un grito o un gesto definitivo y, de repente, entra tu abuela para preguntarte cualquier estúpida cosa como la retórica: “¿Estás ahí?”. No, claro que no, en mi habitación está sonando música pero es porque se encendió el equipo solo. ¡Mierda, te lo tiraría a la cabeza!). En fin, que aparte de todo esto, si hay algo que me moleste, que me produzca envidia ante la esclavitud egipcia o la sífilis, eso es la guerra de sexos.

Odio particularmente a esa gente que se vierte y manifiesta en sus comentarios sofistas y universales: “todas las mujeres son unas putas” o “todos los hombres son unos cabrones”. Para empezar, en el mundo hay más de 6000 millones de personas, por lo tanto, dudo mucho que tú, cuya escapada más larga y soñada fue la excursión al Domus de A Coruña, conozcas las múltiples culturas planetarias y las relaciones de género que en ellas se presentan.

No es por ser quecarallista, pero la equidad está ahí. Hombres que caen en la más palpable de las incoherencias cuando se molestan por la conducción femenina, peligro constante, y son ellas las más seguras al volante; o ellas, que se entregan a la peluquería íntima y, al ver pasar un espécimen de sexo contrario agraciado por los dioses o el gimnasio, dejan que su entrepierna se convierta en el Iguazú. Eso me resulta plenamente incomprensible: critico valores que comparto.

Mientras sigamos favoreciendo esta conducta separatista, los hombres se volverán impotentes por miedo a encontrarse con una Lorena Verdún y las mujeres irán más a un sex shop que a una discoteca para ligar. Así está nuestro querido planeta Tierra Occidental, amigos. Más que nunca, un orgasmo será el Santo Grial que nadie ha podido descubrir.

Toda esta introducción, larga, eso sí, es necesaria para presentar el siguiente caso. Se trata del feminismo incipiente en mi prima pequeña Raquel, niña que apenas rebasa los cuatro años pero que es digna de las más grandes proezas: en el cine, viendo Peter Pan, se levantó y gritó a pleno pulmón, para vergüenza de su madre: “¡Peter Pan, Peter Pan, llévame volando de este sucio y oscuro Londres!” (véase el dominio de la adjetivación). O, también, cómo cerró la boca de mi madre cuando ésta, por cariño, le preguntó: “¿Esa es como tu Barbie?”. Ella le espetó: “No, querida tía Julia, ¡la mía es la Barbie Fayritopia que me transporta con sus alas a un mundo de color y fantasía!”. Mi madre, la pobre, que es una inculta.

Y, después del perfil, la acción. Resulta que el otro día, mi abuelo estaba discutiendo con mi abuela, una de sus habituales disputas decibélicas (algún día os hablaré de ello), cuando, de repente, mi amada prima se coloca en medio de ambos y dirige estas sociológicas palabras a mi abuelo, con los brazos en jarra:

“Todos los hombres sois unos jodones, siempre estáis discutiendo”.

¿Cómo no quedarse pálido cuando una niña que todavía flirtea con el medio metro suelta una frase como esta? Puedes tomártelo graciosamente, en un primer momento, pero luego, como una resaca marina, vienen las consecuencias. Si ha escupido algo así, ya está condenada: las nuevas huestes ya están listas para la guerra de sexos, un nuevo infante acaba de disparar su primera bala, “todos los hombres…”. Mucho nos queda por aguantar, a la filosofía del quecarallismo y a mí, si no nos morimos jóvenes y geniales como Mozart. ¡Qué carallo!

Postpost: Y yo que jugaba con el barco pirata de Playmobil…

Postpost de la Dama de la Rosa: Es peor lo que dijo el hijo de mi prima a su padre, profesor en un colegio, cuando ambos iban en el autobús escolar rodeados de maestros y alumnos: “Papá, quiero que dejes de pegar a mamá”. Mi primo político no sabía dónde meterse, todos le miraban con ojos de “maltratador, asesino”. Tendrían que hacer prospectos para las televisiones: “Manténgase alejada del alcance de los niños”.