jueves, marzo 23, 2006

Neorrealismo español

A veces buscamos en los periódicos y en los periodistas, como poetas, las crónicas más homéricas, las certezas y los análisis más profundos. Olvidamos, al hacerlo, a los ojos más ávidos, los de los niños, que ven la verdad tal como es, tan desnuda, cruda y firme como se nos presenta al natural. Tendemos a mentir por vergüenza, ellos no lo hacen y su sinceridad es la vida misma que tenemos miedo a reconocer:


Instinto, ViagraTM y Reyes Magos

…Así que desde que tengo uso de razón lo único que he visto de la Cabalgata son piernas y piernas de las majorettes, y mi abuelo andando hipnotizado detrás de ellas y nosotros detrás de mi abuelo porque, para colmo, si nos perdemos del abuelo, luego mi madre nos echa una bronca mortal y, ¿qué quieres que te diga? Las chicas molan, pero como niño que soy también me gusta todo ese rollo de los Reyes con sus barbas postizas tirando caramelos contra los cráneos de los niños y los niños tirándose de los pelos unos a otros por esos caramelos que son auténticos de Oriente, de una fábrica que se llama Caramelos Paco.

[…] Pero yo no estaba para compadecer a mi abuelo porque detrás de las majorettes, montados en sus gigantescos caballos, llegaban los Reyes Magos, los genuinos, los que habían recorrido medio mundo hasta llegar a Carabanchel. Nos tiraron caramelos Paco de Oriente. Uno de ellos me dio directamente en las gafas. Casi me las rompe, pero qué más daba. Eso molaba. Eso era una señal, seguro. La señal de que habían recibido mi carta y estaban dispuestos a traerme las veinticinco cosas que había pedido y no como todos los años, que pido veinticinco y se les olvidan veinte. El golpe del caramelo venía a decir: “Tendrás todo lo que has pedido, Manolito, porque nos caes bien, eres un tío simpático””.

El Imbécil me empezó a tirar de la chupa para que me agachara y luego me dijo, señalando con el chupete:

- Se cagan.

Se refería a los caballos. Él es así, capaz de estropearte el momento más emocionante de tu vida con ese tipo de observaciones.


La duda que acecha

Al subir para mi casa, el Imbécil y Melanie se empujaron varias veces peleándose por ir los primeros en la escalera. Más de una vez tuvimos que frenarlos para que no se dieran con la cabeza contra los escalones. Me estaban poniendo cardíaco. Entre ellos y Zeus, que en cuanto me descuidaba se sacaba un moco y abría la boca, no daba abasto. Me puse tan nervioso que le di un cachete en la mano donde iba el moco y le dije:

- Que no se comen, joé.

Entonces Zeus se quedó mirando el moco y luego me miró a mi como preguntándome: “¿Entonces qué hago con él?”. La pregunta estaba en el aire: ¿qué hace uno con un moco una vez que el moco ya ha sido extraído de la nariz? Zeus lo fue a pegar en la pared, pero yo lo sujeté antes de que lo hiciera.

- No, cómetelo mejor.


El secreto familiar

Cuando íbamos a pagar saqué las doscientas pesetas del bolsillo.

- No pensarás que con esto se paga el vídeo –me dijo mi madre con esa cara que pone cuando estamos a punto de tenerla.
- ¡Qué inocentes son los niños!-dijo el dependiente.
- ¡Inocente éste, un roñoso, eso es lo que es!

Mi madre no se corta a la hora de ponerme verde delante de extraños, incluso creo que disfruta.

- Es que… no he podido sacarle más al cerdo…

Mi madre no sabe que mi cerdo tiene una tapadera secreta debajo de la tripa que yo abro y cierro cada cinco minutos.

- Dame las doscientas pesetas –dijo mi madre extendiendo la mano-, yo te pongo el resto, pero en cuanto lleguemos a casa ya puedes ingeniártelas para sacarle al cerdo el resto.
- Y todo porque es el cumpleaños del Imbécil, si llega a ser el mío no te preocuparías tanto…-le dije yo sabiendo que con esa frase me la estaba jugando.
- Voy a hacer como que no te he oído para no cruzarte la cara delante de este señor.

El dependiente nos cobró y se quedó mirándonos con una sonrisa extraña. Mi madre echó a andar y el dependiente me preguntó en voz baja:

- ¿Quién es el Imbécil?
- Mi hermano.
- Ah… -el dependiente se quedó como pensando- Entonces será mejor que no pregunte quién es el cerdo.


Sin pelos en la lengua

Ya teníamos los dedos como los garbanzos en remojo. Pensamos que había llegado ese momento crucial en que un abuelo te da dinero para un helado. (Apunte del Cabaleiro Sentai: Qué filosofo, cuánta sabiduría).

Manolito Gafotas, cronista.



Como la vida misma. Si hay que esconderse detrás de un niño para ser sinceros, ¡prefiero no crecer nunca!