martes, abril 25, 2006

Mi bautizo

Huido de todo bautismo y buscándome en una religión o doctrina, me encontré en el satanismo. Y tropecé no con una metafísica, sino con una ideología o una filosofía de principios muy sugerentes. Refugiarse en algo telúrico y humano para lograr la rebelión definitiva contra Dios o contra esa presencia de lo desconocido, de lo intangible e inexplicable que nos rodea.

Quién sabe qué caminos he recorrido para llegar hasta aquí, pero tengo en mi mente la estructura de la Biblia Satánica y la esencia del pensamiento de Anton Szandor LaVey, fundador del universo admirador de Lucifer. Porque el satanismo es una ideología -no una religión- que permite a cada uno ser su propio dios. Es el camino de la liberación del hombre y una apuesta por la vida terrenal, la vida de la pasión, frente a la religión cristiana que nos asesina.
Dios ataca a sus propios hijos, tiene las manos llenas de su sangre, porque odia la vida y sólo la muerte y su paraíso posterior valen la pena. ¿Tenemos que morir para ser libres? Existir es amar la existencia, el aquí y ahora es la eternidad, no busquemos la felicidad después del asesinato. Dios nos quiere muertos para afianzar su moral, pero yo me rebelo y quiero vivir, la vida es mi religión. De pie, sólo tengo ojos al horizonte.

Desde este punto de vista, de exaltación del hombre vivo frente al Aniquilador, la corriente de Szandor LaVey entronca con la de Nietzsche. Ambos quieren al ser humano por encima de todas las cosas, como dueño de su destino, y la realidad es la tierra, el mar y el cielo, los vegetales y los animales, el aire mismo. La voluntad de poder del hombre es la receta de su inmortalidad, el secreto verdadero está bajo nosotros. Como dice Zaratustra:

"Amo a los que no buscan en trasmundos un motivo para hundirse y sacrificarse, sino que se sacrifican por la tierra, para que surja en ella el superhombre".

El primer sillar es convertirse en un dios ("El dios que adoras podrías ser tú mismo", Libro de Lucifer). LaVey y Nietzsche quieren ser poderosos y fuertes, casi megalómanos, y conquistar la libertad promoviendo la defensa de la esencia humana. Nietzsche rechaza la debilidad del último hombre, quiere ser el león y luego el niño. LaVey dice que hay que ser misericordiosos pero también que se debe imponer la crueldad para lograr los fines. La violencia no está totalmente deslegitimada en ellos, pero la inspiración está por encima de casi todo (tercer mandamiento satánico). La creatividad es la forma de construir nuestra existencia, de hacerla personal, de cubrirnos de nuestra intimidad para protegernos de los dioses, el alma como motor de nuestro mundo. Ser individuos capaces de encontrar la luz por sí mismos a través de la imaginación. Somos deidades únicas.
Hasta aquí, soy satánico.

Mi escepticismo comienza cuando la ideología se contamina. Se promueve la libertad y el indiviualismo, el cuerpo, pero, contradictoriamente, todo se supedita a una lucha olímpica. No nos hacemos dioses para nosotros mismos, sino para combatir contra dios en nombre del Diablo. Empiezan los dogmas: si estamos en el momento de ser deidades, conseguimos el poder de matar a Cristo, queremos su carne y su espíritu. Lo devoramos para instaurar un nuevo orden. ¿El orden de los hombres? No, el orden del Infierno. No somos libres sino que trabajamos en nombre de Lucifer. Todo el talento, todo el genio se sirve para él, no para crear nuestra propia forma de libertad. En ese instante, la muerte de Dios nos encierra de nuevo.

Es más, el modo de consagrar la libertad pasa por los rituales. La felicidad tiene que desbordarse en función de unos mecanismos de celebración: los sacrificios, las orgías, la sangre, el dolor, etc. son la senda por la que debemos avanzar para logra la energía total. No es el mejor ejemplo usar tu propia emancipación según unos cánones, la decisión debería ser algo lleno de ti, sólo así conformas el destino.

No quiero darle otro nombre a lo que esté por encima o por debajo de mi cabeza. Quiero que mi cabeza sea el cielo mismo. Por eso sólo puedo ser medio satánico: mi filosofía, el quecarallismo; mi religión, el mediosatanismo.
Postpost: Aun después de haberla visto decenas de veces, la foto me sigue acojonando.