viernes, abril 28, 2006

Más allá de un volante en Vigo

Los accidentes se multiplican, a pesar de que desde la DGT nos bombardean con campañas infomativas o acusadoras. Pere Navarro Olivella, director del tinglado y cabeza bien pensante -comparar a los accidentados con grandes asesinos de la Historia como Marilyn Manson-, se tira de los pelos cada puente, cada Navidad, cada agosto, cuando las estadísticas le cierran la puerta de su esperanza.
¿Qué hacer? ¿Qué medidas tomar para paliar la mortandad de nuestras carreteras? "No corras, la velocidad mata", la estúpida excusa de los que sólo ven la superficie lisa y brillante de los problemas. Alemania vuela, incluso con nieve, y el número de muertes se mantiene alejado de las alarmas. No hay límites de velocidad y eso no es un límite a la vida, ¿no quiere eso decir algo más allá de palabras vacías?
Aquí sólo existe la imagen, como si una conciencia se cambiase con un chispazo publicitario. Darle la vuelta a una costumbre instaurada y no luchar por construirla desde abajo, desde más abajo de los pies o las ruedas, en el pavimento mismo. Aquí los que asestan la muerte son los únicos culpables, los cerebros irracionales. Qué temeridad los 130 km por hora, el intermitente que se enciende tarde, el pitillo encendido.
En cambio, no es una locura el estado de nuestras carreteras, no vemos a los asesinos porque están detrás de sus maletines: qué homenaje las curvas de peralte invertido, que te empujan fuera de la calzada; las vías rápidas con cambios de rasante en los lugares más idóneos; las autovías bacheadas, con esa caricia prolongada a los amortiguadores; las paredes laterales que se desmembran sobre los coches, en un alarde de buen peritaje.
Eso no sucede. Nos mata el peso de nuestro pie sobre el acelerador, el mismo gatillo apretado por Manson. Quizá no siendo tan prepotentes o ladrones, volveríamos tras el turrón.
Relajándoos, probad vuestra actitud viguesa al volante. Quizá descubráis los límites de la paciencia.