miércoles, diciembre 05, 2007

PISA la LOGSE

Los resultados del último Informe PISA, después de todo, no sorprenden a nadie. Era un secreto a voces el que nuestro índice de fracaso escolar, en torno al 30%, nos dejaría entre los alumnos menos aventajados en materia de educación. Sólo ahora, con los datos delante de la nariz, empezamos a preguntarnos qué ha sucedido.

Y, como siempre, lo que se oye a gritos, la cabeza que se pide, es la de la LOGSE. Cuando las estadísticas fallan nunca se critican todas las conexiones de un sistema, simplemente su médula. Aun a riesgo de quedarme solo, que lo haré, voy a exponer mis argumentos, someramente: yo soy pro-LOGSE.

En primer lugar, se denuncia que desde su implantación ha aumentado el número de abandonos de escolares. Antes, a los 14 años, cualquier repetidor de colegio sabía cuál iba a ser su futuro. En ningún caso a alguien que suspendiese en EGB podía pasársele por la cabeza continuar sus estudios en Bachillerato, sus limitaciones así se lo indicaban. ¿Qué sucedía entonces? Que se decantaba por seguir su formación en FP, desconociendo, a su edad, qué implicaba esto, simplemente no era algo vocacional, sino por imposibilidad. La FP, en este sentido, llegó a convertirse en un verdadero gueto.

Ahora, en cambio, el error parece estar en que los alumnos deben cursar una educación obligatoria hasta los 16 años, lo que está lastrando nuestra fama. Parece una etapa demasiado avanzada, no se piensa en que estos meses de maduración pueden ser idóneos para la elección de una mejor opción de futuro. Antes, por supuesto, y diciéndolo crudamente, el mejor criterio era el de la inutilidad del alumno.

Muchos jóvenes están hartos de estudiar a los 15, pero lo estarían de estudiar FP o la ESO. Como ejemplo, quedan los datos en los que se constatan que la antigua FP 2 se concluía con 19 años. Con la LOGSE, en cambio, un módulo puede estar completo a los 18, con una formación mucho más variada. Además, en BUP podías encontrarte alumnos de 20 años al lado de otros de 16, únicamente porque no querían estudiar y ahí se quedaban hasta que se daban cuenta de su propia brecha. Por lo menos en estos momentos existe la Diversificación Curricular, que ofreciendo la posibilidad de obtener un graduado, alivia la tensión que provocaba la aglomeración de los que "estaban por estar".

Sólo se habla de suspensos, de por qué las obligaciones de estudiar a tan altas edades. Nadie se para a pensar en su propia historia. Miremos hacia atrás; ¿qué era un estudiante de FP? Un marginal, una especie de fracasado, y como tal se incorporaba al mercado laboral. Sin embargo, ahora, afortunadamente, lo que se pretende es equiparar la formación profesional con los estudios universitarios, colocándonos en la misma posición que otros países europeos.

Ahí está el recelo. Cuando en Alemania los estudiantes de FP tienen prácticas como las que tendrían los universitarios españoles, aquí todavía nos lo estamos planteando. Se trata de equilibrar un déficit histórico no sólo desde el punto de vista formativo, sino también social. Un estudiante de ciclo superior está capacitado para desarrollar un trabajo de nivel, ya no es ningún paleto, ningún marginal, y su labor debe estar revestida de una remuneración económica lógica, pero también de un grado de prestigio legítimo.

Si queremos una formación profesional de futuro, necesitamos capacitación. Obviamente, está más instruido un alumno con dos años de instituto que un niño de colegio. Criticar la obligatoriedad de las edades de educación esconde, en muchos casos, un grave prejuicio que todavía persiste sobre los esudiantes de ciclos -cuando nos pudrimos verdaderamente en la Universidad-.





Otro acierto, a mi entender, de la LOGSE, está en su planteamiento transversal. Las materias no son fijas, estancas, sino que se salpican de temas que en ningún momento aparecieron en el sistema anterior. ¿Quién nos habló de sexualidad? ¿Quién trató con nosotros el medioambiente? ¿Quién nos instruyó acerca de la economía? A mí nunca me enseñaron en clase cómo debía colocarme un condón o qué significaba una ETS: claro, eso no es útil. Cómo plasmar esto en la LGE de 1970, no por dios.

Sólo en el marco de una ley como esta -al menos mira hacia delante- podrían surgir asignaturas como Educación para la Ciudadanía, tan criticada. Y es que, hay que entenderlo, ¿qué utilidad tiene el que te enseñen cómo votar, cómo funciona el sistema legislativo, qué es un partido político o qué entendemos por seguridad vial? Mucho mejor es que nos muestren quién fue San Pedro, qué significa la Extrema Unción o, como un profesor que tuve, nos den clases magistrales de darwinismo: "Mono lo será tu padre".

Pero no, la culpa del fracaso será siempre de la LOGSE, nunca se separará entre teoría y práctica. Nunca se dirá: "No, la ley no es mala, lo que es mala es su aplicación". ¿Por qué vamos a pararnos a analizar la nueva orientación de fondos del Estado hacia la educación privada y, más descaradamente, hacia la concertada, por poner un ejemplo? ¿Por qué no auditamos la formación de nuestro profesorado, como así lo estipula la propia LOGSE? ¿Por qué no modificamos el sistema vitalicio, la seguridad y, al fin y al cabo, la gangrena que esparcen las pruebas opositoras?

Mucho más fácil es atacar la ley, que no es perfecta, ciertamente. Pero volvamos a 1970, a Jesús, olvidemos la palbra profiláctico, que se aprenda en los prostíbulos o en clínica de aborto clandestino. Únicamente así nos salvaremos de este apocalipsis.