lunes, diciembre 03, 2007

Tengo miedo de los orangutanes

Me gustaría ser uno de esos analistas profundos que tienen todas las respuestas a los acontecimientos políticos o que, al menos, son capaces de formular hipótesis acerca de lo que va a suceder inminentemente. Por desgracia, más cercano al primo de Rajoy, mis pensamientos sobre el mañana se estrechan en el "¿comeré huevos con patatas?". Pero como todo el mundo en este planeta, yo también soy un opinador que ignora, con el derecho a equivocarse propio de los que no saben qué es el silencio.

Hoy nos despertamos todos con una extraña sensación que se puede concretar en un "¿ein?", a lo que añadiría "¿einnnnnnn?". Hugo Chávez, Hugo, como la colonia, había perdido su primer plebiscito en años, y quizá el más importante de cuantos se han planteado hasta la fecha. ¿Qué supone semejante tropiezo? Poco a poco.

Para empezar, mucha gente se dedicará a bailar la cumbia hasta el amanecer, lo cual no es poco en un país en el que las pequeñas alegrías son esperanzas con fecha de caducidad. Esa misma gente es la que tiene la dignidad del valor, la fortaleza de enfrentarse a un sistema corrupto por su libertad, aun a cambio de ser estigmatizado para el futuro: qué modo más legal y, sobre todo, confidencial, de votación, ése en el que para depositar tu papeleta -apretar un botón, en este caso- tienes que identificarte y dejar tus huellas dactilares. Para mi sorpresa, las ilusiones de los individuos han superado a su miedo o, por lo menos, a su preocupación.

Lo peor de todo es que este gesto por la democracia, probablemente, se quedará en eso, en un gesto. Cuando los populistas se hacen con el poder, es muy raro que no campen a sus anchas en esa legitimada conciencia que creen poseer. A fin de cuentas, todo lo hacen por el bien del pueblo. ¿Cuál? Me pregunto.

Chávez volverá a las andadas, está preparado para eso, el referéndum quizá no haya sido ni siquiera una derrota, tan sólo una pausa. Y está crecido, cada vez se siente más como un paladín, como un idealista, como un Bolívar liberador. Lo que no sabe es que su caballo galopa por encima de los venezolanos, o tal vez sí, pero es legítimo ya que todo lo hace por ellos. Qué curioso, todos los dictadores creen hacer lo mejor por sus ciudadanos.




Eso es en lo que se está convirtiendo, en un dictador. Cuando el Rey, posiblemente fuera de tono, le pidió que se callara, se encendió la mecha que buscaba. No respondió inmediatamente. No pudo contestar no porque no oyese lo que le habían dicho, es que, en su patio de colegio, con todos sus compañeros presentes, había sido cacheteado. Y eso, públicamente, a la cara, y con tus amiguitos delante, duele.

Una persona inteligente reacciona, se adapta, cree en sus ideas; un burro, un donkey, palabra que tanto le gusta, recibe los palos y luego rebuzna. Ahora suenan a tiros al aire, a valentía de rebajas todas sus acusaciones. "Si hubiese oído lo que me dijo el Rey, se iba a enterar, nadie manda callar a Hugo Chávez, nadie manda callar al pueblo venezolano". Nadie, excepto el mismo pueblo venezolano.

Y que un personaje como este se atreva a recriminar genocidios es como que Hitler defienda a Montesquieu. Indios degollados, sucios colonos, viva la libertad bolivariana que proclama. Que se lo digan a todos los votantes del "no", a todas esos venezolanos que lo único que pretenden es vivir libres.

Tus ideales acaban en la punta de tus zapatos, justo donde lo único que queda de ti es tu egolatría. Me quedo con la frase de tu ex esposa: "Respeta para que te respeten". Libertad también es permitir la libertad de los demás. Y su triunfo.