lunes, abril 03, 2006

Bartolino

La eyaculación no es patrimonio solitario de los hombres. La mujer, dentro de su cuerpo y de su éxtasis, contiene también un espíritu seminal muy similar al masculino. No se trata del fenómeno géiser de uno de los posts anteriores, sino de algo mucho más común y natural, aunque no cotidiano, ya que tan sólo un 5% de las mujeres hemos experimentado en alguna ocasión una eyaculación.

Esta forma de orgasmo es alcanzada dentro de un clímax muy intenso y está relacionada con la estimulación del clítoris y el punto G, vuestros mejores aliados, malditos machos, a ver cuándo los empleáis (la penetración tradicional ha muerto, no le rindáis más culto). ¿Y cuál es el producto saliente, el fruto del placer? Un líquido parejo al de los hombres, blancuzco, inodoro y viscoso pero con un volumen de expulsión mucho mayor: si en masculino se suelen lanzar entre dos o cinco mililitros de semen, en femenino la segregación oscila entre los quince y los doscientos mililitros.

Todo parte de unas glándulas que reciben el exótico nombre de Bartolino, probablemente su descubridor, y que están situadas en la vagina. Ellas son las encargadas de hacer fluir ese torrente que, durante mucho tiempo, ha sido considerado simplemente orina, por lo que muchas mujeres fueron estigmatizadas e inhibidas en sus relaciones sexuales. El mismo Aristóteles, tan docto, tan observador, tan mal amante, creía que esta eclosión femenina intervenía directamente en el embarazo, vamos, que dejaba a los parientes preñados. Nada más lejos.

Por lo tanto, si algún día, afortunado, veis que algo extraño os recorre y finalmente traspasa, no os asustéis ni avergoncéis, será la prueba definitiva de un gozo extraordinario. Si no, tampoco os apenéis, los orgasmos de toda la vida, sin fluidos viscosos y sin excreciones estratosféricas, son igualmente placenteros y la mejor de las adicciones.

Disfrutad del sexo, no todo va a ser fútbol en esta vida.
Dama de la Rosa, multiorgásmica y eyaculadora confesa