sábado, abril 01, 2006

Correspondencia de un loco genial

La correspondencia de Mozart es uno de los aspectos del compositor menos transparentes para el gran público. No obstante, es una de las partes más ricas del personaje y, a través de la cual, llegamos a su psicología más bribona y extraña.

Ahí os van tres ejemplos:

“Espero que te encuentres bien, mi querida hermana. Cuando recibas esta carta, mi querida hermana, esta misma tarde, mi querida hermana, mi ópera estará in scena. Piensa en mí, mi querida hermana, e imagina, mi querida hermana, que la ves y la oyes también, mi querida hermana. Ciertamente es difícil, porque ya son las once; sin embargo, creo, no hay ninguna duda, que clarea más en pleno día que en Pascuas.

Mi querida hermana, mañana comemos en casa del señor Mayer y, ¿tú que crees? ¡Adivina! Porque nos han invitado. El empresario, el señor Castiglioni, me ha pedido que no se lo diga a nadie, porque de lo contrario todo el mundo vendría y no queremos eso. Por tanto, hija mía, te ruego que no hables de ello a nadie, hija mía, para evitar que acuda mucha gente, hija mía.

A propósito, ¿sabes ya la historia que ha ocurrido aquí? Entonces te la cuento. Hoy hemos salido de la casa del conde Firmian para volver a la nuestra y, cuando estábamos en la calle, hemos abierto la puerta de nuestra casa y, ¿qué crees que ha sucedido? ¡Hemos entrado! Adiós, pulmón mío, te beso, hígado mío; sigue como siempre, estómago mío; tu indigno frater hermano Wolfgang.

Te lo ruego, te lo ruego, mi querida hermana, me pica, ráscame”.


“Pequeña prima querida, pequeña liebre,

He recibido puntualmente vuestra digna carta y he visto que mi tío salvador, mí tía liebre y vos estáis todos bien; nosotros, también, a Dios gracias, tenemos buena salud-perro.

He recibido hoy la carta oblicua de mi papá-agujero. La tengo entre mis garras. Espero que hayáis recibido mi carta, la que os he escrito desde Mannheim. ¡Entonces, tanto mejor; tanto mejor, entonces! Ahora, algo razonable. Estoy desolado porque el prelado-ensalada ha tenido un nuevo ataque; sin embargo, espero que, con la ayuda de Dios, no tenga consecuencias.

[…]

Debo terminar ahora, con gran pesar. Caballero, vayamos rápido a Santa Cruz y veamos todavía si hay gente. No haremos más que pasar, es únicamente para exhibirnos y para nada más. Os voy a contar una triste historia que acaba de pasar en este instante, mientras escribía la carta. Oigo un ruido en la calle. Dejo de escribir, me levanto, voy a la ventana y no oigo nada. Me vuelvo a sentar, sigo escribiendo y de nuevo escucho algo. Me levanto otra vez y sólo oigo un débil ruido. En resumen, siento un mal olor por donde voy, apesta; si me acerco a la ventana, el olor se va; si entro en la habitación, el olor vuelve. Al final, mi madre dice: “¿Qué es lo que me parece? ¿Has dejado escapar un…?” “No lo creo, mamá”. “Sí, sí, con certeza”. Quiero tener la conciencia tranquila, introduzco un dedo en mi culo, lo llevo a la nariz y… ecce probatum est: mamá tenía razón.

Ahora cuidaos. Os beso 10000 veces y quedo siempre vuestro viejo joven rabo de cerda Wolfgang Amadé Rosario. De parte de los dos viajeros, mil recuerdos a mi señor tío y a mi señora tía. A todos mis buenos amigos, salud pie. Addio, cretina bruja, hasta la tumba, si vivo”.


“¡Mi muy querida prima!

¿Habéis llegado a pensar tal vez que había muerto…? ¿Qué había reventado…? Sí, ¡reventado! ¡Pues bien! No lo creáis, os lo suplico. ¿Cómo podría yo escribir tan bien si estuviese difunto? ¿Cómo sería ello posible?

[…]

Ahora tengo el honor de preguntaros cómo os encontráis y comportáis. Si vuestro vientre está suelto, si no tenéis la tiña, si podéis todavía soportarme un poco, si escribís todavía con lápiz, si pensáis en mí de vez en cuando, si sentís a veces deseos de colgaros, si, por casualidad, no estáis enfadada conmigo, ¡pobre infeliz! Si no queréis hacer las paces de buena gana… ¡por mi honor que voy a explotar!

¡Pero reís! ¡Victoria! Nuestros culos deben ser el emblema de la paz. Ya suponía que no os podríais resistir a mí por más tiempo; sí, sí, estoy seguro de lo que digo; dentro de quince días salgo para París. Si quisierais responderme desde la ciudad de Augsburgo, hacedlo rápido, para que pueda recibir la carta; si no, si ya he partido, en lugar de carta no tendré más que caca. ¡Ah! Caca, ¡deliciosa palabra! ¡Caca trote, caca frote! Eso es lo que me gusta.

[…]

Ya no tengo sitio, como veis, el papel está casi cubierto… sin contar que estoy cansado: los dedos me arden de tanto escribir… En fin, no sé verdaderamente si quedará bastante sitio para lo que tengo que escribiros todavía… aparte de la historia que tengo intención de contaros:

[Mozart empieza aquí una interminable historia: un pastor guarda 11000 corderos; empieza por describir ampliamente al pastor, sus características, su perro, etc. Después algunos gestos del pastor para llegar a esto: de pronto, el pastor tiene que cruzar un puente, el puente es muy estrecho, los corderos tienen que atravesarlo de uno en uno… La historia seguirá cuando todo el rebaño haya cruzado el puente]

Ahora tengo que acabar, aunque me duela, todo lo que empieza debe terminar; si no, se molesta a la gente. Recuerdos a todos mis amigos; el que no lo crea, deberá lamerme indefinidamente hasta la eternidad, hasta que me vuelva razonable. ¡Ah! ¡Tendrán para rato! Yo mismo estoy angustiado… porque temo que mi caca no está seca y que no tenga bastante si deseo comerla.

Adiós, primita; soy, era, seré, he sido, había sido, habría sido, ¡oh! Si yo fuera, si yo hubiera sido, quiera Dios que yo fuese, hubiese sido, sería, ¡oh! Que fuere, hubiere sido, ¡oh! Si yo fuera, hubiera sido, quiera Dios que hubiere sido ¿qué? ¡Un bacalao salado!

Adiós, querida prima. ¿Por dónde? Soy en persona vuestro verdadero primo".


¿Qué se puede esperar de alguien así? Tal vez “La flauta mágica”, “Las bodas de Fígaro”, la Sinfonía Nº41, el segundo movimiento del Concierto para piano Nº 21…